Para el tocino,
- 7 huevos.
- 175 gr de azúcar.
- 125 cc de agua.
- cáscara fresca de naranja.
Para el caramelo,
- 5 cucharadas de azúcar.
- Una cucharadita de agua.
- Unas gotas de limón.
Preparación:
Vamos a preparar el caramelo.
Poner una sartén a fuego medio, con seis cucharadas soperas de azúcar, una
cucharadita de agua y unas gotas de limón.
Remover, y cuando empiece a tomar un color dorado, lo repartimos por los moldes, estos no deben ser muy grandes
Reservar.
Poner el horno a calentar a una temperatura de 170 grados.
Ahora toca preparar un almíbar.
Poner un cacillo al fuego con 125 cc de agua y 175 gr de azúcar.
Añadir un trozo de cáscara de naranja, que no tenga nada de la parte blanca de la piel.
Remover y calentar unos doce minutos.
Cuando levantemos la cuchara al remover, y se forme un hilo, entonces está listo.
En una fuente, añadimos las yemas de siete huevos.
Batimos suavemente y agregamos, poco a poco, el almíbar.
Colamos y repartimos la mezcla entre los moldes.
Meter los moldes en una fuente alta de horno.
Rellenamos la fuente con agua y la metemos en el horno.
Tapar los moldes con papel de aluminio.
Cocinar unos quince minutos.
Dejar enfriar, desmoldar y servir.
Lo podemos acompañar con algo menos calórico, unos piñones, un poco de nata montada, algo de helado o lo que nos apetezca.
Los mejores del mundo mundial son los del convento de Franciscanas Clarisas de Baeza. Los hacen en moldes de flan, pero deberían hacerlo con la forma de implante mamario porque tienen la misma textura y producen el mismo efecto en la boca. Se comen aspirándolos con la lengua y los labios y durante el ratito que se degusta no sabes si morder, lamer, derretir o tragar directamente. Tienen algo de celestial y, al igual que sus semejantes, la cifra perfecta son dos unidades por comensal porque después de llegar al éxtasis ¿quién no quiere repetir?
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